Historia de una pérdida de visión de más del 60%: Segunda Parte
Por: Stevens PinedaFecha: 02 de marzo de 2021
Este artículo es la continuación a mi narración de los sucesos ocurridos durante el periodo en el cual perdí gran parte de mi capacidad visual.
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Es inevitable no detenerme a recordar y dejar entre escritos, el camino que tuve que recorrer, desde los detalles más puntuales como lo fueron los procesos médicos y la búsqueda de noticias y respuestas alentadoras a la situación, así como esas pequeñas batallas mentales y retos técnicos vinculados al proceso de superación de esta crísis personal, o como lo veo hoy en día, mi salida a esta máquina criogénica en la que estuve encerrado alrededor de 4 años, para salir y enfrentarme a un nuevo mundo donde las cosas realmente cambiaron para mí, o al menos, la necesidad de enfrentarlas desde una perspectiva diferente.
Entrada de emergencia
Aquella vez, cuando tenía en mis manos la orden de la Neuroftalmóloga, que recomendaba la realización de una punsión lumbar por parte de algún especialista Neurocirujano, ciertamente sentía un gran parte de esperanza después de tanto inconveniente, de ir y venir sin un rumbo fijo y un estado de salud el cual ya no daba más espera.
El procedimiento era algo que mis finanzas no se podian costear para ese entonces, porque tenía varias implicaciones las cuales me comentó la doctora en la ciudad de Medellín: La primera era que este éxamen se podría realizar en esta ciudad y tener un seguimiento más cercano desde esta ciudad, por lo tanto era algo que no me podía dar el privilegio de asumir, sumando el hecho que la EPS a la cual estaba afiliado no cubriría estos gastos, o sería muy dispendiosa y lenta la iniciación de todos estos procesos para que así fuera. Y la segunda razón era que de ser necesaria una cirugía o algo similar después de la realización de la punsión lumbar, estos gastos seguirían en aumento. Todo esto también bajo mi desconocimiento de una mejor alternativa en materia legal, para poder facilitar todo esto en la misma ciudad de Medellín.
La opción mas conveniente (a mi parecer claro está), fue regresar a la ciudad de Armenia en compañía de mi madre y hacer uso de la EPS para no incurrir en aquellos gastos. Así pues, estando de vuelta en mi ciudad natal, ingresé por urgencias al centro de salud donde generalmente he recibido la atención médica y aludiendo el hecho de que me estaba quedando ciego.
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Ya estaba a merced del sistema de salud, solo me restaba esperar un poco más (o eso creía). La sala de urgencias como de costumbre, llena en su totalidad, dispuesta de personas con toda variedad de molestias y quebrantos de salud. Los panoramas allí son muchas veces desgastantes y desconsoladores, se observa en cada uno de los rostros una necesidad latente de una atención médica real, la cual muchas veces no llega como es debido. Y tengo los motivos necesarios para afirmarlo, pues nada mas estando en todo aquel proceso de búsqueda de respuestas, acudí una vez por urgencia a un centro médico, donde al cabo de un par de minutos, la respuesta fue una de tantas frases que se reciben en estos centros de salud: "Su problema no es una urgencia."
Conseguí obtener la atención médica inicial a través de medicina general, haciendo uso por supuesto de la recomendación médica realizada por la Neuroftalmóloga en Medellín y de mi condición visual actual. Posteriormente fui internado a la espera de una valoración médica especializada con neurocirugía y ocurrió entonces una penosa casualidad, que al momento de ingresar a urgencias era fin de semana, si bien recuerdo era sábado en la noche, ocasionando otra espera más hasta el lunes siguiente, donde estarían disponibles aquellos especialistas.
Sin pasar por alto el hecho que no habian más habitaciones disponibles en la clínica, al finalizar la espera de fin de semana, al fin, un neurocirujano pudo atender mi caso. Era un doctor que siempre ha gozado de muy buen prestigio en la ciudad ejerciendo su profesión como neurocirujano, su apellido era fácil de distinguir a la distancia. Era ese tipo de profesional que teniendo un fuerte carácter, sus grandes habilidades en la materia era lo que más importaba (hasta entonces 😉). Hago énfasis en su perfil porque, como si no fuera suficiente y como extraída de una historia de Stephen King, una de aquellas donde las noches largas y de pesadilla se combinan con infortunios casuales y penosos, donde los monstruos y villanos no importan, sino el infierno que desciende con ellos mismos; y es que seguirían ocurriendo cosas que me costarían creer, como sucedería más adelante.
De alguna manera tener presente quien era aquel especialista, aumentaba un poco mis esperanzas que estaban un poco mermadas, le comenté todo lo ocurrido y el proceso por el cual había pasado hasta llegar a ese punto, finalizando con la recomendación emitida desde Medellín para realizar la punsión lumbar. La expresión del doctor denotaba cierto reparo al momento de leer la recomendación de la doctora y concluyó su revisión solicitando la toma de un par de imágenes cerebrales y una próxima evaluación de estas. Lo que se venía era fuerte.
Los exámenes se realizaron como fue previsto, pero al dia siguiente el especialista de turno era otro, y seguiría siendo así por unos cuantos dias más, así funcionaba el sistema en aquella clínica. Fue este nuevo especialista quien analizó los resultados de los exámenes, sin encontrar ningún tipo de anomalía. Esto se tornaba un poco desesperante, porque se hacía caso omiso a la recomendación médica proveniente de Medellín, lo cual me parecía muy patético que resultara así, pues la neuroftalmóloga tenía sus razones y las evidenciaba en su reporte. No había mucho en mis manos que pudiera hacer.
El nuevo especialista, solicitó otros exámenes, que incluían una resonancía magnética de la cabeza. Esta tardó un par de días en ser tomada, por motivos de logística y disponibilidad de aquellas máquinas, por lo tanto fueron realizadas en otro centro especialista ajeno a la clínica y como si no fuera suficiente a este letargo que vivía, ocurrió un suceso que me costaría creer y entender, haciendo que esta historia estuviera colmada de detalles inpensables.
Como mencionaba en la primera parte de esta historia, tengo el privilegio de contar con una familia estrechamente unida, y no por simples palabras de decoración al texto que escribo, sino porque así lo es, desde el momento que tengo uso de razón. En aquel entonces mientras esperaba la realización de los últimos exámenes solicitados por el nuevo neuro-cirujano de turno en la clínica, en otro espacio durante este mismo periodo de tiempo, una tía mia lograba tener una consulta médica especializada con el neuro-cirujano de cuyo perfil goza de aquel renombre ya mencionado. Su consulta iba relacionada a ciertos problemas de salud que la apremiaban en ese entonces y que hacian parte de otra búsqueda de respuestas a sus molestias que involucraban también una parte neurológica y requeridos por la empresa en la cual laboraba en aquel entonces.
Como aquel familiar que siente preocupación por sus consanguineos, mi tía en su propia consulta médica y ante el conocimiento de que aquel neuro-cirujano respetable pudo revisar mi caso, ella estando ahora allí presente y de acuerdo a lo que las propias palabras de mi tía me expresaron, aprovechó la ocasión y le citó mi caso, rogando por la sabiduría de aquel doctor para encontrar una pronta solución a mi desesperante penumbra. La respuesta de aquel profesional de la salud, fue entonces aquella razón por la que de verdad sentí que todo esto era un mal sueño.
Teniendo claro cual era el caso que mi tía había citado, el doctor de manera tajante respondió lo siguiente, claro está, procurando ser lo más lúcido posible en mis recuerdos de lo que ha mencionado mi tía del suceso en aquel entonces:
Permítame decirle a su sobrino, que me encargaré que mi persona y ninguno de mis otros colegas, revisen concientemente el caso, debido a que faltaron respeto a mi ética profesional, imponiendo lo que debemos hacer con esa solicitud de la otra doctora.
Lo que más terror me causó no fue la posibilidad de que aquello que el doctor mencionaba se hiciera realidad, porque estaba muy lejos de poder ser un hecho por obvias razones. En su defecto aquello que traspasó mi propia conciencia y deambuló por el mundo de lo surreal y pintoresco, fueron sus palabras y posición per se.
La manzana de la discordia
Mil sentimientos encontrados, ya no sabía que más podia sentir en esos momentos, la incredulidad era excesiva, la de mi tía, la de mi madre, mi familia y sobretodo la personal, aquella que culminaba una sucesión de bofetadas, donde aquello que estaba bajo mi control era casi nulo.
Jamás imaginé que la solicitud formal de una doctora ejerciendo su mas preciada profesión, fuera a generar este mal sabor de boca en otro profesional de la salud. No entraré a juzgar su actitud o discutir al respecto, y es que desde un inicio que decidí contar mi historia, no se me cruzó por la mente mencionar el nombre de este profesional. Primero porque ante una posible acción legal que pudiera haber tomado en aquel entonces, solo existía el voz a voz de el con mi tía y el de ella con mi persona. Y por último, mi caracter es de siempre tratar de evitar la mayor cantidad de conflictos posibles que me quiten tranquilidad y sobre todo que me lleve a odiar hipotéticamente una profesión, que siempre he admirado y respetado desde el preciso momento que fui conciente de la importancia de esta para mi vida. Curiosamente, antes de elegir mi profesión actual, hasta entonces quería ser médico.
La única acción que tomé al respecto, fue solicitar que aquel doctor no fuera asignado a revisar mi caso, una decisión muy personal, sin hacer alusión al evento ante el personal de la clínica. Posteriormente, cuando conseguí que me realizarán aquella resonancia magnética que estaba pendiente y ante su revisión por parte de aquel doctor que la había requerido, su conclusión fue la de darme de alta, debido a que no encontraba ningún tipo de anomalía en las imágenes. Mi reacción fue por supuesto de desconsuelo y más incredulidad. ¡Estaba perdiendo mi visión y no se lo tomaban en serio!
"... A la mierda con el futuro, que se espabile por su cuenta, no es responsabilidad mía. Que se joda la dirección del hospital, el gobierno y los patéticos políticos y sus chanchullos, y a la mierda los putos funcionarios del puto departamento de Sanidad. Que se joda el mundo entero»."
Ante todo no hagas daño, Henry Marsh
Salida de emergencia
La decisión era clara, no había mucho por hacer por parte de aquel especialista ante la evidencia de las imágenes médicas. Nunca puse en duda aquellas afirmaciones, pero mi pérdida de la visión reclamaba urgente otras alternativas. Tenía aún en mi poder la solicitud de la neuroftalmóloga de la ciudad de Medellín, aquella que no querían tener presente en la clínica por la obviedad en los resultados de los exámenes. El sustento de que no hubiera rastro de hidrocefalia o algún otro problema, era motivo suficiente para no hacer más esfuerzos al respecto.
Mi posición también era firme. No iba a aceptar que me dieran de alta y quedar a la deriva con mi situación de salud. Opté entonces por manifestar que no iría a salir de allí sin encontrar otras alternativas al caso. Transcurrieron un par de días más y aquel doctor cuando ejercía sus revisiones rutinarias con los demás pacientes, era mi cuarto el único que no recibía atención, solo un saludo rutinario y preguntas básicas de como me sentía, nada mas.
Con el transcurso de aquellos días, en la agenda de la clínica empezaba el turno de los pacientes de neuro-cirujía otro doctor llamado Hector Miguel Mosquera, cuyo nombre iría a convertirse en la salida de emergencia y conclusión a esta travesía sin respuestas concretas. En aquel entonces, aún no era conciente de ello, pero algo si pude percibir en aquel doctor: Una muy buena actitud médica profesional.. Pero estas serán palabras de otro escrito...